Miuguen, página 4

Shao Kahn estaba callado, meditaba todo lo que oía. Aún estaba sufriendo los efectos derivados del excesivo trabajo intelectual que tuvo que realizar para darse cuenta de que no era Draug el autor de los vídeos, como el ordenador del creador de este patético texto cuando hace más de tres cosas a la vez.
– Si tantas ganas tienes de agradecérselo, Dan, hablemos con él – propuso Sek.
– ¡Buena idea! – dijo entusiasmado Dan -. ¿Por teléfono?
– ¡No! Ni por la red, que le va fatal. Usaremos este interfaz de comunicación. Crea una imagen tridimensional de la persona con la cual hablas – explicó Sek.
– ¡Cómo mola! – aclamó Arina.
– Sí, lo “tomé prestado” cuando me retiré de la armada neoarcadiana…
Sek dispuso, tras retirar la mesa y unas cuantas sillas, una plataforma circular. La enchufó tras apagar todos los demás electrodomésticos y la luz. De pronto, la plataforma emitió una luz azul oscura. En ese momento, Sek cogió su móvil y dio un toque. Los haces no eran de intensidad constante, así que creaba la sensación de estar contemplando el mar.
En el seno del mar, se materializó al final la figura de Charlie.
– ¿Qué quieres, Sek?
– ¿Dónde puñetas guardará Charlie eso en su piso sueco? – susurró Clara a Draug.
– Me parece que en el sótano… Para eso le da un toque antes.
– Charlie, te piden explicaciones por los vídeos – explicó Sek.
– ¿Qué vídeos…?
– Los de You Tube.
Charlie se quedó helado cuando vio a los presentes.
– Bien, puedo explicarlo… – comenzó.
-¡No hay nada que explicar! ¡Mortal Kombat! – Shao Kahn se lanzó contra Charlie, sólo para estrellarse contra la pared y destrozarla.
– ¡Tú pagas los gastos! – le dijo Sek señalándolo con el dedo.
– Bien, quería decir que el hecho de que algunos de vosotros aparezcáis en esos vídeos, se debe a que os admiro tanto como luchadores, como personas – aclaró Charlie.
– ¡Hombre, pero eso es usar nuestra imagen! ¡Si como mínimo pagaras…! – quiso explicarse Wade, pero lo interrumpió Lobo.
– ¿En serio me admiras?
– ¡Hombre…! Bueno, tu estilo es envidiable, y tu ética, y…
– ¡Vale, te perdono! ¡Vas a ser un tío de puta madre, y todo!
– ¡Y yo, pero claro, antes me gustaría una compensación…! – intentó explicar Wade, pero Dan lo interrumpió.
– ¡Te doy las gracias! ¡Desde que llegué aquí, no he oído sino palabras de desprecio hacia el Saikyo! – Dan se llegó a postrar ante Charlie, a pesar del rubor que se adueñó de las mejillas del último.
– Bueno, creo que puedo hacer la vista gorda – concedió Oume
– Pues si eso es todo, creo que podemos hacernos los suecos – dijo Arina, y rió. Nadie la acompañó.
– ¿Qué pasa? ¿Es que ninguno lo ha cogido? ¡Es un juego de palabras! ¡Bah, que os folle un pez! – y salió muy indignada con Oume. También se fue Dan, con porte señorial. Lobo se disponía a irse mientras Wade quiso intentarlo otra vez. De pronto, se levantó Shao Kahn.
– ¡No estoy de acuerdo! ¿Por qué mi única aparición muestra mi derrota ante el czarniano?
– ¡Oh…! – exclamó Charlie. Tenía una buena explicación.
Lobo miró al ex-emperador del Mundo Exterior, queriendo vacilarlo.
En ese preciso instante, se abrió la puerta y aparecieron Pymie y Sac.
– ¡… … …! – supuso jocosamente Pymie.
– ¿¡Cómo te atreves!? – preguntó Lobo.
– ¡Ahora verás! – juró Wade.
– ¡Mortal Kombat!

La pelea desatada entre los cuatro fenómenos provocó grandes destrozos, como la separación entre habitaciones de la Guarida, la destrucción del interfaz, y graves daños personales a Lucas, a pesar de que Clara lo consideró un mal menor. Un desastre generalizado que todos lamentaron.

En Suecia, Charlie pensó que aún así se había librado de una buena.

En la portería, Morde y Mike siguieron paralizados hasta que Yaiba intentó usarlos de muñecos de entrenamiento. Echaron a correr, y no pararon ni cuando rebasaron la meta del horizonte.

Para los demás vecinos, fue un día la mar de tranquilo.

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