Desayuno
Relato escrito por Lucifer y Elina
Yaiba fue el primero en entrar al comedor, se sentó en su lugar y dio un fuerte golpe a la mesa.
-¡Monty! ¡Mi comida! –gruñó.
-Ya, ya –se escuchó la voz del robot al otro lado de la puerta que comunicaba con la cocina-. No puede ser que cada uno venga a exigirme el desayuno a la hora que quiera, espera que llegue el resto y…
-¡Monty! ¡Mi comida! –repitió el gruñido con otro golpe a la mesa.
-¡No es justo! ¡Todas las tareas domesticas son para Monty! ¡Solo porque Yaiba es un cabrón de las tierras sombrías no puede…!
-¡Cállate!
El silencio que se hizo a continuación sólo fue interrumpido por el ruido de la cocina. Al poco tiempo se oyeron pasos, se presentó en el lugar Sekhmet, arreglada con su traje azul, que usaba para su trabajó de maestra. Sekhmet se sentó frente a Yaiba antes de hablar.
-Vaya, Yaiba temprano. ¿Qué ha pasado?
-Señora Sekhmet, he pasado la noche en vela buscando la iluminación, ¿y usted?
-Yo pasé la noche corrigiendo exámenes, mis alumnos son todos excelentes, nadie por debajo del nueve –exclamó contenta, con los ojos iluminados, para después apagarse al ver quien entraba-. Oh, mira, ahí viene el vendedor de alfombras.
Carlos, quien se encontraba bien peinado y con un traje negro, apoyó las manos sobra la mesa, con los ojos cerrados, y después habló con tono calmado pero claramente enojado:
-¿Podrías dejar de llamarme así?
-Pero si hasta te hice un turbante, vendedor de alfombras –objetó extendiéndole el regalo.
-Carlos, deberías traer una alfombra mágica e imponer tu voluntad –sugirió Yaiba.
-¡Ya! ¡No vendo alfombras mágicas ni llevó turbante! ¡Dejenme en paz, ambos!
Sekhmet y Yaiba miraron a Carlos un momento, sin habla, luego se miraron entre ellos y empezaron a reír descontroladamente, generando más rabia en Carlos.
-¡Monty! ¡Mi desayuno! –gritó Carlos enojado.
-¡Ay! ¡Ahora también Carlos me trata mal! ¡¿Quién defenderá a…?!
-¡Cállate Monty! –gritó Carlos desahogándose.
-Buena esa, Carlos, sabía que era de los míos.
-Por cierto, ¿dónde están los demás? –preguntó Sekhmet.
-Ya sabes que Clara esta filmando y no vuelve hasta dentro de tres días, Sacmis esta con el novio ese que se consiguió, así que ha saber en donde anda, ni idea los otros dos –respondió Carlos cansado-. ¿Y por qué te lo tengo que repetir todas las mañanas?
-Nah, como no tengo nada que hacer hasta dentro de media hora, incordio al personal.
-Buena esa, Señora Sekhmet, sabía que era tan cabrona como yo, miren, ahí viene el nenaza elfo.
-Malo, ¿a quién decis exactamente “nenaza elfo”? –objetó Draug, quien acababa de llegar.
-Al nenaza que utiliza aritos –dijo Yaiba levantándose de la silla.
-El nenaza que tiene esposa e hija a diferencia de otros que no tocan una mujer porque quieren “alcanzar la iluminación”, maleducado.
-¡Ya basta los dos! –gritó Carlos, mientras Sekhmet disfrutaba de la situación- Yaiba, no puedes buscar roña con todos, más allá si eres o no un cabrón de las tierras sombrías, y Draug, no le sigas el juego. No obstante, ahora hay un asunto más importante que discutir.
-¿Más importante que molestar a éste? –preguntó incrédulo Yaiba.
-Te escuchó – dijó Draug, indiferente al comentario de Yaiba mientras se sentaba.
-Ninguno de los dos tiene trabajo, y esta casa no se mantiene sola, ¿saben?
-¿Y? –acotó secamente Yaiba.
-¡Que busquen un trabajo! –les regaño Carlos apuntándoles con el dedo.
-Ay Carlos, que decís, no puedo buscar trabajo, ya estoy ocupadísimo buscando la forma de volver a mi hogar –refutó Draug.
-Y en su hogar va a vivir del cuento ése, este elfo es un inútil –agregó Yaiba.
-¡Malo! En mi hogar si uno derrota a un mago oscuro que aterroriza medio continente se lo respeta, además vencí al otro bicho malo que se quería zampar el lugar, el desubicado, no entiendo como a semejante héroe se lo trate tan mal aquí. Mi nombre vivirá siempre en los corazones de la gente.
-Pobrecitos ellos –agregó Yaiba-. Draug, sos un nenaza elfo, por qué no mejor haces un “jardín secreto de sandías” y las vendes, guiño guiño –dijo mientras repetía la acción.
-¡Pero que persona más cruel! ¡Maldito! –gritó Draug, mientras corría hacia la salida del comedor.
-¡Uh! Creó que estaba llorando –señalo Yaiba con una sonrisa.
-¡Muy bien Yaiba! ¡Te has pasado tres pueblos y medio! ¡Ve y discúlpate con Draug! –le ordenó Carlos levantandose.
-¡¿Sí no qué?!
-¡Probaras mi espada láser legado del gran maestro Cero, maldito cabrón!
-¡Si, claro! ¡¿Por qué no utilizas las enseñanzas del tipo ruso ese, el “jardín de amor”, eh?!
-¡Te aprovechas porque sabes que no lo hago en hombres o Sekhmet, que le tengo mucho miedo! ¡Pero como si lo necesitase con un fanático del Dios Oscuro Fulano!
-¡Es Fu Leng! ¡Y ahora probaras mi Nagi-nata de Obsidia como que sou un Daigotsu cabrón de las tierras sombrías! ¡Vamos a la calle, vendedor de alfombras!
Dicho esto, ambos se dirigieron a la salida. Al mismo tiempo, Monty llegaba con el desayuno.
-¿Qué? ¿Ya se fueron todo?
-Sí, Monty –respondió Sekhmet-. Hoy Yaiba se ha superado a sí mismo, crear bronca antes que se enfríen las tostadas. Bueno, será mejor que vayas preparando la escoba.